Cuando tenía como 13 años, encontramos un pingüino de juguete que mi hermana había olvidado en un closet. Mi hermana lo quería tirar, pero yo lo lavé y lo dejé en la sala afuera de mi cuarto.
Más tarde, cerré la puerta de mi cuarto con llave. Adentro, estaba mi baño. Cerré esa puerta con llave también. Me bañé y, al salir, en la pared enfrente a la puerta de mi baño estaba un dibujo de un pingüino o un 6, la verdad era difícil distinguirlo.
Me asusté porque eso no estaba allí antes de que yo me metiera a bañar y absolutamente nadie pudo haber entrado en el tiempo que estuve adentro. Llamé a mi mamá y me dijo que no sabía qué era. Parecía lapicero, pero intentamos raspar la pared y no importaba qué tan profundo raspábamos no se quitaba. Intentamos ponerle encima todo tipo de pinturas y, en nuestra desesperación, compramos hasta pintura de pared. No importó. Siempre se miraba. Fue hasta que mi mamá hizo un rito religioso que fácilmente con detergente lo logró sacar.
Tiramos el juguete, pero todavía no sabemos por qué pasó eso.