Hace ya un tiempo, cuando uno de los más temibles hijos de la Vida se aproximaba a mi encuentro, experimenté lo que para mí siempre había sido un lejano sueño. El misterio, como a todos y, a mi pesar, es algo que me produce un profundo e indescriptible… Miedo. Sin embargo y, al pesar de muchos, también despierta mi curiosidad, por lo qué siempre he disfrutado del incomparable y atemorizante aroma de la Incertidumbre cuando suda al encontrarse con la Verdad. Este no fue el caso.
Me encontraba sentado en la grama con mis primos y mi hermano, charlando, a discusión entró uno de mis temas de debate favoritos… Mi hermano, como buen escéptico, defendía con su admirable seguridad la permanencia del polvo en el polvo, nada muerto podía levantarse de su descanso en el más ayer. Mis primos, superando en número a mi hermano, defendían con pasión lo contrario, la tentación de la Vida es demasiado sugestiva para la Muerte. Yo, pretendiendo ser imparcial y después de que uno de mis primos mencionará los recientes acontecimientos que tomaron lugar en el edificio dónde él vivía (al lado del cual nos encontrábamos), tras la muerte de un residente, sugerí poner fin al debate aventurándonos a descubrir que se ocultaba tras los mencionados acontecimientos.
El hombre fallecido era un abogado, al parecer una persona solitaria, pues su vehículo permanecía, como un lúgubre recuerdo, en el parqueo del edificio con las llantas desinfladas, nadie había ido a traerlo ¿Por qué? Decidí confiar en la información que mi primo compartía sobre el individuo… Poco a poco, todos nos dejamos llevar por la perturbadora, pero vigorizante idea del terror, cada vez estábamos más alerta, pero las fotos con misteriosas luces blancas no satisfacían mi deseo por pruebas, así que convencí a mis primos y a mi hermano de subir al último nivel, donde el abogado solía vivir.
La entrada a su apartamento constaba de dos puertas, primero una de metal con barrotes y luego una de madera, el suelo que moraba entre esas dos puertas estaba tapizado con correspondencia y panfletos publicitarios. En un impulso toque el timbre… Nada. Tras varios minutos de espera e intentos por poder presenciar algo, lo que fuera, mi hermano y dos de mis primos decidieron irse devuelta al lecho de grama donde la noche había empezado, solo quede yo y otros dos de mis primos. El silencio era sofocante y la expectativa lo era aun más, decidí acercarme y estirar mi mano entre las dos puertas para poder dar un golpe de llamado en la fría madera y, así lo hice, de repente, se empezaron a escuchar lo que parecían pasos desde el interior del apartamento, mis primos contemplaban atemorizados, sentía un calor en mi pecho que casi me deja paralizado… Los pasos se detuvieron, mis primos dedujeron mis intenciones y con susurros y muecas me decían…“No”… No pude resistir y toque la fría puerta una vez más… Y tras una pequeña pausa, no más extensa que una palpitación del agitando corazón que quemaba en mi pecho… Tuvimos un golpe de respuesta… Corrimos por las gradas atemorizados y mientras nos acercábamos al último nivel nos cruzamos con mi hermano y mis otros dos primos que no dudaron en comenzar a bajar las gradas con el ansia de huir de lo que fuera que se encontrara escalones arriba. Salimos por la puerta frontal del edificio muy agitados, volteamos y dirigimos nuestra cabeza hacia arriba en dirección a la ventana situada al lado de las puertas que hacía instantes nos habían causado tanto temor… Ahí estaba, una dispersa y blanquecina figura que empañaba el cristal con lo que aparentaban ser sus dos manos y su rostro… Ahí estaba… Viéndonos desde la ventana.
¡Qué miedo! Yo no sé cómo reaccionaría.